miércoles, 17 de febrero de 2010

Sesión 1 del 2º cuatrimestre


La sesión de hoy se ha dividido en dos partes: por un lado la evaluación del primer cuatrimestre, y por otro se ha continuado con el tema de exclusión y empleo.
Por lo que se refiere a esa “primera parte” acerca de la evaluación, haciendo un poco de autocrítica, considero que esta “llamada de atención” ha sido muy necesaria, pese a un sentimiento de molestia por parte de muchos de mis compañeros. Incluso considero que debería ser más “cotidiana”, es decir, aunque es cierto que los criterios de evaluación pueden consultarse a lo largo de todo el curso en la web CT, creo que más de uno, y me incluyo personalmente, al recibir comentarios positivos acerca de lo que estábamos haciendo, nos hemos confiado en que con eso bastaba; y no es así. De esta evaluación y los correspondientes comentarios que he obtenido deduzco que la línea de trabajo (es decir, los comentarios en sí) están bien, pero no es suficiente con eso, sino que hay que hacer bastante más: las actividades, las lecturas, un mayor seguimiento de lo que se hace en clase… (Y pido que se me corrija si me equivoco). Por tanto, aunque nos podamos sentir “dolidos” por una calificación baja, creo que debemos entenderla como una llamada a la realidad por nuestro propio bien y no como una ofensa o algo personal.
En cuanto a la propia temática de la asignatura, tratada en la segunda parte de la clase, hemos obtenido lo siguiente: el empleo supone un modo de integración en la sociedad, tanto es así que, por ejemplo, cuando nos preguntan qué somos, no respondemos nuestra religión, nuestra etnia, nuestra nacionalidad… sino que respondemos con nuestro empleo: Yo soy profesor, yo soy abogado, yo soy educador social…
No obstante, para la consecución de un empleo es necesario el conocimiento, un conocimiento cada vez más específico y superior que está “vetado” a una parte importante de la sociedad. De hecho en Andalucía, según los datos del censo de 2001 ofrecidos por el Instituto Andaluz de Estadísticas, menos del 20% de la población tiene algún estudio universitario. Ante esta realidad cabría preguntarse muchos aspectos: si es por recursos económicos, si es por falta de interés, por falta de promoción… Pero sea como sea, es una realidad. Si además de esto, consideramos que los puestos de trabajos que ofrecen mayor estabilidad, seguridad y recursos económicos (en la mayoría de los casos), son aquellos a los que se accede a través de diplomaturas o licenciaturas universitarias, obtenemos que es un porcentaje muy reducido el que puede acceder a ellos.
Esto, como ya comentamos en clase, y siguiendo textos trabajados con anterioridad que demostraban cómo los niveles educativos suelen “repetirse” de generación en generación; obtenemos que es “la pescadilla que se muerde la cola”, pues tenemos generaciones de características similares con similares empleos (o al menos del mismo “estatus” social y económico): de modo que los ricos se enriquecen, y los pobres se empobrecen.
Como también hemos comentado, hoy en día el acceso a los conocimientos, gracias a internet, es mucho más viable que hace unos años; no obstante, al no estar regulada o al menos no demasiado organizada esa información, es necesaria a su vez una mayor formación para discernir entre lo que es verídico o válido de lo que no.
Ante todo esto obtenemos la siguiente conclusión: lo que más nos integra en la sociedad y nos autorealiza como personas es un empleo estable que nos permita llevar una vida desahogada, especialmente en lo que se refiere a lo económico. Para acceder a un empleo de estas características es necesaria una formación (una serie de conocimientos) preferiblemente de tercer grado que proporciona la educación adecuada. No obstante, esta educación no está generalizada a la población, sino que se reserva a bajos porcentajes y como es a raíz de la desigualdad como se genera la marginación, y la consecuente exclusión en su caso; se crea un sesgo en la población. Toda esta información necesaria, podría o puede adquirirse a través de los medios de comunicación, siendo internet una herramienta más que adecuada. No obstante, puesto que es mucha la información que circula y no es toda ella verídica, en vez de facilitar este aprendizaje, lo dificulta, requiriendo otros conocimientos previos que permitan discernir entre lo que es cierto y lo que no.
Siendo esta la realidad, lo más lógico es pensar que la labor de un trabajador social o un educador social debería ser la concienciación, apoyo, seguimiento… de procesos educativos en personas excluidas o en riesgo de exclusión, dadas las grandes ventajas de la formación. No obstante, lo cierto es que la realidad no es tan sencilla, sino que se dan una serie de circunstancias que complican la labor docente: una vez pasada la “edad escolar” nos sobrecargan con hipotecas, compromisos familiares, necesidad de un sueldo mínimo (que no es suficiente con los recursos económicos existentes en el momento); así como un tiempo del que no se dispone.
Por todo ello, es cierto que la intervención es compleja, y lejos de haber una solución “mágica” general, hay que tener muy en consideración las particulares características de cada persona (la edad, la situación familiar, los recursos de que dispone, la formación previa); un hecho que muchas veces puede pasarse por alto en la implantación de programas de intervención genéricos. Además, cabría trabajar desde la prevención, facilitando una serie de modalidades educativas más flexibles que las actuales; por ejemplo, mi madre es profesora de un instituto en el municipio de Camas; allí, para los alumnos que se catalogan, hablando mal y rápido, como “imposibles” para la ESO (puesto que no pueden seguir repitiendo más cursos), se han creado una serie de talleres laborales: jardinería, carpintería… (PCPI, otorgado por la administración) que están surtiendo muy buen efecto entre los jóvenes, puesto que se imparte desde el mismo centro (de forma que no pierden el contacto con los amigos, la propia institución educativa, la orientadora que ha llevado su caso y los chavales de la misma edad), pero a su vez se trata de una enseñanza más específica que se ajusta en mayor medida a sus expectativas. Si bien, esta “intervención” es algo puntual, pues yo misma trabajo en un instituto y no conozco nada semejante en mi centro, de modo que, nuevamente algo positivo que se plantea, resulta ser algo reservado para un porcentaje reducido de la población, que ha de solicitarse expresamente cuando ya “se han descarriado demasiadas ovejas”.